Las fuerzas del Estado son uno de los pilares de la seguridad ciudadana. Pero la pregunta que flota en el aire es muy simple pero con mucho fondo:
¿qué altos cargos políticos o de mando convierten a estos trabajadores y defensores de nuestro bienestar en la parte menos agradable y más odiada en ocasiones?
Realizando un esfuerzo por reflexionar y aglutinar en una sola respuesta todos los matices que aquí se encierran, aparece una complejidad en la que el mismo camino se bifurca.
La primera de ellas me conduce hacia personas honradas que creen en la institución, que trabajan y dan hasta su propia vida por salvar y preservar los derechos y libertades de los demás. Algo digno de elogiar en unos tiempos oscuros donde las personas sólo tienden a mirar por su propio ombligo. Con su trabajo diario hacen sentirse protegidos a millones de ciudadanos de este país.
Pero en esta vida, como suele suceder, toda moneda tiene su anverso y reverso, y el lado menos agradable se muestra cuando las fuerzas aplican sus métodos de disuasión, unas veces con lógica y razón de ser, y otras de un nivel desmedido que hace pensar si realmente es profesión o devoción el empeño con el que desarrollan sus obligaciones.
Llegados a este punto uno se plantea que sucede, que puede ser: personas que descargan sus problemas contra los demás y se convierten en perros de presa de políticos y otros manipuladores del cuerpo para su propio beneficio, miembros que se involucran y acatan órdenes aunque no les parezcan del todo adecuadas -pero no dejan de ser funcionarios y debes cumplir tus objetivos-, y otras tantas como circunstancias se puedan desarrollar en el día a día dando lugar a matices de mayor o menor relevancia.
Quiero y deseo pensar que son personas que, igual que están de un lado, podrían haber sido la otra parte, y si les gustaría ser tratados del mismo modo que ellos tratan. Porque como en todas partes, existen mejores o peores, con buena o mala fe, pero que deben hacerse la pregunta, ¿que pasaría si cambiasen los papeles y fuese al revés?
Considero que el CNP es un elemento fundamental de nuestro país, al igual que la Guardia Civil, y por ello se les debe tener el mismo respeto que ellos muestran hacia nosotros, pero teniendo muy presente que todos somos personas con los mismos derechos y obligaciones. Nadie pide héroes que muchan veces pasan desapercibidos en sus acciones del día a día, sino personas que sepan que hacer y si llegada la circunstancia, los altos mandos y cargos están corruptos, saber decir que no y unirse al pueblo, pues juntos seremos más fuertes para acabar con la lacra de sobornos, fraudes y demás actividades ilícitas que muchos por desgracia ejercen.
Gracias por ser, estar y velar por nuestra seguridad.