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viernes, 6 de julio de 2012

No es tan complicado ser persona



En unos tiempos de penumbras como los que están a acontecer, una caricia es la definición de una bofetada en la cara, o una palabra bonita es un insulto que parece ser algo gratuíto. No se sabe o valora lo que una persona tiene hasta que de pronto desaparece, y es ese momento el que lo hace bajar de la nube para encontrarse con la gélida y cruda realidad.

No siempre, pero por desgracia abundan los pozos de vidas errantes en la miseria, dañadas por las ponzoñosas palabras que salen de seres que no merecen llamarse personas. Siendo la cúspide de la pirámide del reino animal y con la capacidad de alterar todo al antojo y voluntad de la mente, subyacen esos aterradores fantasmas o sombras que dejan regueros de tristeza y desolación allá por donde pasan, y a cualquiera que se les cruce en sus planes.

Pero como toda enfermedad tiene cura, esta es una de las asignaturas pendientes en la sociedad del siglo XXI donde abundan despojos ancestrales, provocando vergüenza propia y ajena en quienes son observadores, pero a sabiendas de no poder hacer o decir, ya que saldrían como víctimas y blanco de los ataques de personas tan perversas.

Cuando se vuelve rutina la sucesión de noticias tristes como violaciones, asesinatos, maltratos y otras tantas, uno piensa si realmente este es el modelo en cual vivir, o si va siendo hora de poner el punto y final, y romper con todas esas lacras para forjar algo mejor.

Siendo nuestra mente algo tan maravilloso que llega a alcanzar grandes metas, es lamentable que persistan todas estas conductas destructoras de nuestros semejantes. Se puede mirar hacia otro lado y seguir siendo parte de una farsa en la que muchos sufren y lo pasan realmente mal, o hacer lo complicado, involucrarse y tratar de conocer lo que nos rodea.

Las personas son cajas de tesoros que a medida que se van descubriendo, uno se queda asombrado por toda esa riqueza oculta. No por ser más alto, más guapo o más rico, es sinónimo o garantía de tener la felicidad en esta vida efímera, pues cada uno es un campo que explorar, y sabiendo dejar semillas se pueden germinar lazos de amistad tan fuertes o más que los de sangre.

En esta vida todo requiere su esfuerzo. De poco sirve lanzar la simiente si la abandonamos en un páramo yermo y árido, pretendiendo que nazca algo bueno, pues así morirá la poca esperanza posible. Como los procesos continuados de fracasos incitan a desistir en el empeño, los cuidados por pequeños que aparenten, de ser constantes darán sus frutos, descubriendo que quienes nos rodean pueden ser tan radiantes como las estrellas e iluminar un poco nuestro sendero.

Por norma, el paso por la vida oscila entre un camino de espinas y rosas. Lo frecuente suele ser la alternancia de tramos duros y desesperantes con otros agradables y estimulantes. La clave reside en saber que muchas veces hay una mano a tu lado dispuesta a ayudar, para que sea más llevadero. Aquí se demuestra el que realmente es merecedor de la palabra amistad, tan infravalorada en la actualidad. Los amigos de verdad no preguntan, aparecen porquen ven lo que sucede y se enfrascan en la complejidad del problema, para buscar una solución que ayude a quien se encuentra perdido y sin saber que hacer.

Amistad, algo valioso y poderoso, pues tu mejor amigo debe ser la persona que convive a tu lado día y noche. En un nivel muy cercano, las personas que realmente alcanzan ese valor. Son capaces de cruzar medio planeta o remover tierra, mar y aire para encontrar soluciones a los problemas sin pedir nada a cambio, pues saben que el hecho de dar es nimio al lado de lo que reciben de la otra parte. Muy pocos pueden sentirse identificados, aunque es triste, pues de no ser así esto que vivimos sería otra realidad mucho mejor y menos retorcida.

Que esta reflexión en voz alta sirva para pararse unos segundos a meditar que somos, que queremos y si realmente hacemos aquello que consideramos necesario, o por unas razones u otras todo esto se queda en papel mojado. Algo tan alentador, si se queda en la neblina que ciega la mente, alimentada por la codicia de los valores terrenales, es señal de que estamos fallando y quizás se deba parar antes de ser tarde, pues llegado el punto de no retorno cualquier esfuerzo servirá de poco o nada.

Si entre todos podemos hacer las cosas más maravillosas, no lo compliquemos y dejemos que sea lo más llevadero posible, cargándolo de anécdotas y recuerdos que esbozan una sonrisa sólo con pensar en ellos.

Querer es poder. Seamos parte y no espectadores de la vida.

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