Podremos ser reprimidos, silenciados, obligados a callar o ser víctimas de cargas policiales, que no dejan de ser las herramientas de un poder gubernamental que no sabe entender cuales son las necesidades de los ciudadanos.
Los policías represores son instrumentos, siempre que no se amparen bajo su empleo para descargar su rabia e ira contra las personas, porque entonces dejan de ser instrumentos y debieran ser juzgados por su grado de criminalidad aplicado a las personas que son víctimas.
Hay tres bases fundamentales en las que se ampara esta realidad: el poder religioso del Vaticano, el financiero de la City de Londres, y el militar de Washington D.C.
Ellos son poderosos pero desconocen, o no quieren ver, que no existe nada más peligroso que un animal herido, un padre que busca alimento para sus hijos, o millones de personas hartas de la riqueza de unos pocos, mientras otros tantos millones se mueren de hambre y sed.
La solución pasa por una bifurcación: o ellos dan el brazo a torcer o se tendrán que cortar los árboles enfermos y podridos, arrancarlos y replantar, un nuevo comenzar tras tantos siglos de decadencia. La primera de las vías parece demasiado compleja, pues los aferrados al poder no quieren perder sus privilegios.
Dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar, veremos si es cierto y que ocurre con una sociedad en estado enfermizo sin señales de recuperación. De llegar a la situación de luchar para no morir, que tengan muy presentes que donde cae uno salen diez para seguir el trabajo, y tarde o temprano por muchas armas, seguridad o opresión, la mayoría acabará aplastando a la minoría de ricos y poderosos.
CON LOS OJOS ABIERTOS Y NEGÁNDOME A TORCER LA VISTA ANTE LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ Y AHORA
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