El resumen de la situación que encuentro al volver al tajo es el siguiente: todo el mundo anda cabreado con el método de reforma de la Constitución, menos las direcciones del Partido Popular y del PSOE y las agencias de rating. La dirección del PP está feliz, porque se trata de una idea de Mariano Rajoy y hasta se puede considerar su primer acto de gobierno. La del PSOE está desorientada, pero es experta en hacer virtud de su resignación. Y las agencias que tanto nos han arruinado con sus calificaciones entienden el cambio como la acción política que confirma sus tesis. El método de reforma, referendo o no referendo, la ruptura del pacto constituyente y demás discusiones hispanas les importan un pimiento. No son de su negociado.
A efectos internos, si los señores Zapatero y Rajoy pensaron que por ponerse ellos de acuerdo estaba todo resuelto, se equivocaron. No hay más que ver las noticias que hoy se publican: Rubalcaba y Zapatero tienen que emplearse a fondo para que el PSOE no se rompa; los nacionalistas quieren sacar tajada del proceso; los del 15-M encontraron nueva munición para movilizarse; las izquierdas reclaman una consulta popular y los sindicatos anuncian protestas, porque temen que el control del déficit se haga a costa de indefinidos pero temibles recortes sociales.
Así está el panorama en el día en que el Congreso de los Diputados debate las posiciones de los grupos. La reforma saldrá porque Zapatero y Rajoy tienen mayoría sobrada para imponerse, pero con un alto coste social.
Yo me alegro de esa respuesta. Me alegro de la posición nacionalista, porque dice a los poderes estatales que en un régimen autonómico la política no es cosa de dos. Me alegro de las protestas callejeras, porque uno de sus eslóganes habla de «mi Constitución», y ese sentido de propiedad es una garantía de estabilidad. Me alegro de las exigencias de un referendo, que sirven de aviso a quienes tengan la veleidad de imponer una mayoría aritmética en una norma cuya legitimidad es el consenso. Y me alegro de los anuncios sindicales, aunque se basen en meras sospechas, porque son lo contrario a la resignación ante las políticas antisociales. Todo eso demuestra una sociedad viva, que sabe levantar su voz cuando entiende que se pisan sus derechos.
Lo único que lamento es el panorama político. Estamos en una nación cada día más difícil. Hemos hecho un país endemoniado, de estructura territorial difícilmente gobernable. Hay movimientos populares que no encuentran un cauce de participación. Los sindicatos siguen más en la protesta que en la propuesta y asumen papeles que no les corresponden. Y encima, no hay un liderazgo que sepa explicarle al país por qué se hacen determinadas cosas y por qué se hacen así.
http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2011/08/30/0003_201108G30P13993.htm
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